Estás mal, se te ve mal y no lo decís, no podés. Pero no hace falta que hables, en tus pupilas se nota, no son las de siempre. Aunque tu mirada intenta ser la misma no lo logra. No sé si sufrís, ¡tampoco lo decís! No decís nada, nada. ¿Acaso es necesario? Si yo te veo, y estás distinta. Sin embargo, me tranquilizaría saber con certeza que estás desesperada por quedarte con nosotros, que nos amás, así como nosotros te amamos. ¡Tanto! Y eso que tampoco lo decís, no hace falta, se te ve en esos hermosos ojos que intentan expresarlo todo. Pero ahora no te entiendo, ojalá hablaras. Sabría de qué manera puedo ayudarte. No sufras por favor, antes avisáme, con un sonido, un quejido. Nosotros vamos a sufrir, ya lo estamos haciendo, ya te estamos extrañando. Te diría no te vayas pero no debo ser egoísta. Por momentos te volvés a levantar, pareciera que sonreís, que te sentís bien, nos das un respiro. Suelo ser molesta, te observo, te acaricio, te beso, te aturdo a preguntas.
Deambulaste gran parte de la noche por toda la casa, no podías acostarte, te dolía. En una oportunidad lograste aunque sea sentarte un rato. Un rato que duró más de cinco horas hasta que el regazo de tu madre te ayudó a acomodarte como querías. Creí que ahora sí aprovecharías a dormir pero no lo hiciste, casi no cerraste tus ojos. Quizá no quisiste desperdiciar el tiempo en sueños sabiendo que ya no estarías más en nuestra casa. Por esas horas había un sol hermoso, todavía no es invierno pero el viento lo traía de aquí para allá. Ayer no sabía si realmente sufrías, anoche te acompañé en tu desvelo hasta que mis ojos se rindieron, noté que no dabas más. Pienso que en la madrugada sentías lo que ocurriría horas después, tuviste miedo así como yo cuando escucho ruidos en la noche y prefiero no abrir los ojos para no ver el mal que está esperando atacar, aún hoy que ya soy adulta. Vos, al contrario, no quisiste dejar caer tus párpados.
Estuviste más de tres horas acostada, no sé si estabas cómoda o no querías moverte porque sabías que luego sería difícil encontrar esa posición que no causaba dolor. Estabas preciosa, te saqué una foto, si no fuera por esa fuerte respiración que te sacudía el cuerpo, cualquiera hubiese pensado que estabas sana. Sin embargo, una parte de tu organismo no funcionaba bien y te produjo una pequeña falla cardiaca. Igualmente, el médico dijo que tu corazón era fuerte porque a esas alturas ya debería dejar de haber funcionado. No fue así, funcionó hasta que dijimos basta a tu sufrimiento. Una inyección se introdujo en tus pulmones ¡Tres horas habías estado acostada y al ver la jeringa te levantaste como si nada hubiera pasado! En segundos ya no estabas más, te taparon la cara, quise verte, lo hice, ahora no puedo olvidar esos ojos petrificados. Creí que por fin dormirías tranquila pero los tenías abiertos. Siento que deberíamos haber esperado un poco más, no importa si me desvelaba con vos todas las noches, ahora siento culpa. Si, si, se que no estás sufriendo pero ahora estás debajo de ese árbol y cada vez que lo mire te voy a recordar con tristeza por haber decidido sobre tu vida, pero también con felicidad, la que nos diste desde ese día que llegaste a nuestro hogar en una caja, hace nueve años. Eran otras épocas, era otro barrio, era otra casa, éramos más jóvenes, eras una cachorra. Andá, marcá territorio.
nos mudamos
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