martes, 14 de julio de 2009

Estás mal, se te ve mal y no lo decís, no podés. Pero no hace falta que hables, en tus pupilas se nota, no son las de siempre. Aunque tu mirada intenta ser la misma no lo logra. No sé si sufrís, ¡tampoco lo decís! No decís nada, nada. ¿Acaso es necesario? Si yo te veo, y estás distinta. Sin embargo, me tranquilizaría saber con certeza que estás desesperada por quedarte con nosotros, que nos amás, así como nosotros te amamos. ¡Tanto! Y eso que tampoco lo decís, no hace falta, se te ve en esos hermosos ojos que intentan expresarlo todo. Pero ahora no te entiendo, ojalá hablaras. Sabría de qué manera puedo ayudarte. No sufras por favor, antes avisáme, con un sonido, un quejido. Nosotros vamos a sufrir, ya lo estamos haciendo, ya te estamos extrañando. Te diría no te vayas pero no debo ser egoísta. Por momentos te volvés a levantar, pareciera que sonreís, que te sentís bien, nos das un respiro. Suelo ser molesta, te observo, te acaricio, te beso, te aturdo a preguntas.

Deambulaste gran parte de la noche por toda la casa, no podías acostarte, te dolía. En una oportunidad lograste aunque sea sentarte un rato. Un rato que duró más de cinco horas hasta que el regazo de tu madre te ayudó a acomodarte como querías. Creí que ahora sí aprovecharías a dormir pero no lo hiciste, casi no cerraste tus ojos. Quizá no quisiste desperdiciar el tiempo en sueños sabiendo que ya no estarías más en nuestra casa. Por esas horas había un sol hermoso, todavía no es invierno pero el viento lo traía de aquí para allá. Ayer no sabía si realmente sufrías, anoche te acompañé en tu desvelo hasta que mis ojos se rindieron, noté que no dabas más. Pienso que en la madrugada sentías lo que ocurriría horas después, tuviste miedo así como yo cuando escucho ruidos en la noche y prefiero no abrir los ojos para no ver el mal que está esperando atacar, aún hoy que ya soy adulta. Vos, al contrario, no quisiste dejar caer tus párpados.

Estuviste más de tres horas acostada, no sé si estabas cómoda o no querías moverte porque sabías que luego sería difícil encontrar esa posición que no causaba dolor. Estabas preciosa, te saqué una foto, si no fuera por esa fuerte respiración que te sacudía el cuerpo, cualquiera hubiese pensado que estabas sana. Sin embargo, una parte de tu organismo no funcionaba bien y te produjo una pequeña falla cardiaca. Igualmente, el médico dijo que tu corazón era fuerte porque a esas alturas ya debería dejar de haber funcionado. No fue así, funcionó hasta que dijimos basta a tu sufrimiento. Una inyección se introdujo en tus pulmones ¡Tres horas habías estado acostada y al ver la jeringa te levantaste como si nada hubiera pasado! En segundos ya no estabas más, te taparon la cara, quise verte, lo hice, ahora no puedo olvidar esos ojos petrificados. Creí que por fin dormirías tranquila pero los tenías abiertos. Siento que deberíamos haber esperado un poco más, no importa si me desvelaba con vos todas las noches, ahora siento culpa. Si, si, se que no estás sufriendo pero ahora estás debajo de ese árbol y cada vez que lo mire te voy a recordar con tristeza por haber decidido sobre tu vida, pero también con felicidad, la que nos diste desde ese día que llegaste a nuestro hogar en una caja, hace nueve años. Eran otras épocas, era otro barrio, era otra casa, éramos más jóvenes, eras una cachorra. Andá, marcá territorio.

La elegida

Hasta el momento, la mejor tapa de Barcelona del año. Para entender lo que los medios nos transmiten. "Paranoia" es la palabra que más escucho en estos últimos días. Encima los chicos se encuentran de vacaciones, algo esperado. Sin embargo, se sumaron más días. Y los noticieros tienen mucho de que hablar y toda la información para realizar esas notas de color, insignificantes, que no aportan nada a la población. Puede que al término de este receso, el enemigo Kirchner, perdón, la H1N1, también se tome vacaciones! Saludos!


Historias de abusos y adicciones detrás de los muros

Caminan lento. La mayoría aquí camina lento. Parecen estar sucumbidos en una profunda meditación. O piensan en la nada. O simplemente en qué los depositó en este rincón de la ciudad. Es una tarde de un día hábil, en una hora pico. En cualquier sector de la Capital Federal hay mucho tránsito, gente que corre hacia algún lugar.
Es miércoles, queda la mitad de la semana por planificar. Sin embargo, en esta plaza no sucede lo mismo, son pocos los apurados; como si recién se despertaran de una típica siesta pueblerina. No los apresura el tiempo, no los espera nadie.
Un patrullero recorre la zona, dos policías intentan conversar con quien les dio charla: un morocho vestido con un suéter beige, jogging gris y pantuflas, como en casa, pero en la calle.
Los más activos son los del pabellón 1422, donde residen los adictos al alcohol y a las drogas. Ellos, los médicos, los enfermeros y los de limpieza. Es que el Hospital José T. Borda reúne diferentes personalidades, edades, diagnósticos y tratamientos.
Los más pasivos al parecer son los viejos, como la dupla vitalicia que pasa gran parte del día con sus cabezas entre las rodillas, con un cigarrillo interminable como sus pensamientos y un mate lavado, frío y duradero.
“Vos le sacás los cigarrillos y el mate y los matás”, asegura M, un empleado del psiquiátrico. Mientras tengan dinero nunca les van a faltar, así como el papel higiénico. Son los propios internos los que se proveen de sus elementos básicos de higiene y otros gustos. Compran lo que necesitan en el kiosco ubicado frente a “La Colifata”, la radio que se emite todos los sábados.
M convive con ellos hace seis años y pudo observar de cerca el descuido, el desamparo y el abandono en que están sumergidos. “En invierno los ves descalzos, desabrigados, nadie los cuida”, afirma. Como los viejos del mate, parecen indigentes.
A falta de dinero, que obtienen de sus jubilaciones, pensiones o ayuda familiar, piden fiado. El kiosquero anota en la libreta y espera al próximo mes para cobrar. A veces ese momento nunca llega. Los deslices de los locos.
Si una tarde es serena, la noche también suele serlo. Aunque hubo momentos trágicos. “Hace unas semanas uno le arrancó los ojos a otro”, cuenta M.
Resultó ser que una noche un interno se levantó y comenzó a darle trompadas a un compañero de cuarto. Le pegó tanto en la cara que terminó por reventarle los ojos. Duro. También lo es quedarse sin nicotina.
Fuera de este ámbito a cualquiera que se le acaben los cigarrillos, sale a comprar o se queda con ganas de fumar. La situación aquí es muy distinta, no hay una estación de servicio donde conseguir si los agarra la madrugada. La realidad de los que viven en el Borda es otra y en esa realidad no se discrimina entre lo bueno y lo malo. Mucho menos entre el tabaco y la yerba mate.
Son víctimas de ellos mismos, de su locura, de sus adicciones, y de quienes se aprovechan de su estado. Según M, los enfermeros le roban dinero a los internos y les venden droga. Porque al igual que en una cárcel o un instituto de menores, las adicciones siguen su curso en este lugar. Lamentablemente, los adictos continúan drogándose. La droga entra, transita, y afecta la evolución de quienes mejoran psicológicamente.
El mejor ejemplo es el de F.D., un chico de 22 años adicto al paco. Estuvo internado en el hospital hasta que un grupo de psiquiatras del establecimiento le recomendó a su familia trasladarlo a una granja de rehabilitación porque causaba disturbios en el pabellón. Presumieron o asumieron que él se seguía drogando.
En abril, después de esa recomendación, F.D se escapó, como ya lo había hecho dos veces antes. En ambas oportunidades nadie lo vio salir, mucho menos entrar cuando optó por volver.
Finalmente, el juez que lo había declarado insano, tomó la decisión de enviarlo al “Hogar Padre Pío” de la ciudad bonaerense de Junín. A los pocos días de haber entrado al lugar, asesinó a su compañero de cuarto con un tirante de madera. Actualmente está internado en el Melchor Romero, acusado de homicidio simple.
La siesta en algún momento se termina.

Perspectivas

Ricardo Canaletti

Es periodista de policiales, aunque reniega de esa denominación. Fue cronista del diario Clarín desde 1986 hasta 1991, cuando pasó a ser jefe de la sección, cargo que mantuvo hasta junio de 2008. Desde 2006 trabaja en Canal 13.

Cuando dicen “Triple crimen”, ¿qué es lo primero que se te viene a la cabeza?
Un hecho inaudito y después una cuestión en la que, nuevamente, la policía quedó expuesta por muchas dudas que surgieron inmediatamente. En lugar de aclarar, de ser precisos con la información que se podía suministrar, fueron muy confusos y eso fue lo que creó especulaciones de todo tipo. La especulación se debería basar siempre en indicios, en hechos concretos. Estoy de acuerdo que al principio de una investigación es todo siempre incierto, pero hay comprobaciones que son más certeras que otras.
Al principio el Jefe de la Policía Bonaerense estando en el lugar dijo “esto es una escena del crimen primaria”. O sea, los mataron ahí. Sin embargo, al poco tiempo eso se puso en duda. Entonces desde allí en adelante fue un caso propicio para que cualquier irresponsable arme teorías con lo que le parece.

¿Quiénes serían esos irresponsables?
Tanto la parte judicial como la periodística. Nosotros no deberíamos hacer más que reproducir, informar, difundir y criticar lo que la policía hace; y nuestra tarea está condicionada por lo que nos dicen nuestras fuentes. Cuando ellas se equivocan o tenés un problema de credibilidad, cualquier cosa que pase después va a ser siempre dudosa.
Yo no sé que relación tuvieron todos esos nombres, esa cantidad impresionante que se tiró encima de la masacre, con el tráfico de efedrina por un lado y con el triple crimen, por el otro.
Y quien lo vincula tampoco dio indicios más o menos sólidos de esa vinculación. Sí, puede ser, no lo descarto como observador. Porque somos observadores. Pero también es cierto, como marcaron otros funcionarios, como la fiscal Yacobucci que dijo que esto podría tener que ver con medicamentos falsos, con la enorme cantidad de cheques sin fondo que libró una de las víctimas. Había otras alternativas, pero bueno para algunos funcionarios policiales y judiciales, y para algunos periodistas siempre vende más ligar tres crímenes al narcotráfico.

¿El periodismo se involucra demasiado?
En cierta medida no está mal especular sobre el tema, siempre que se apoye en bases firmes.

¿Puede llegar a ser negativo para la opinión pública encontrarse con tantas especulaciones sobre un tema?
El propio público me parece que crea anticuerpos. Por ejemplo, sobre este caso, ¿quién va a recordar tantos nombres? Por otro lado, también es cierto que hay que informar sobre cuestiones legales. Igualmente, aún reconociendo lo de los anticuerpos puede ser negativo porque si quiero esclarecer algo tirando muchas hipótesis, al final no lo logro, al contrario, confundo. Por lo tanto, no hago bien mi trabajo.

¿De qué manera impactó en la gente?
Hay dos cosas, una escapa a la otra. Lo que es impactante es la ejecución de tres personas, además de las dudas que existen sobre la escena del crimen; y de la versión firme de que habían estado secuestrados durante un tiempo. Todo eso, que es estrictamente detectivesco, policial, tiene su público. Atrapa. Lamentablemente siempre es más atractivo ver cómo le ponen un revólver en la cabeza a una persona, que saber cómo se arma una estafa financiera. Después está el tema del tráfico de efedrina que no le importa a nadie.

¿Te censuraron alguna vez en tus lugares de trabajo?
El único límite, no voy a hablar de censura porque nunca la viví, es el espacio en el papel y el tiempo en el aire. Después al contenido lo decido yo. Si me equivoco, meto la pata, informo mal o distorsiono algo, es un error mío. Obviamente que, si me pasó, fue sin intención, por mis incapacidades. Nunca fui presionado ni me han sugerido nada, desde que fui cronista de policiales hasta que llegué a ser jefe de esa sección.

Perspectivas



Ricardo Ragendorfer


Periodista de investigación, autor de La Bonaerense y otras publicaciones. Colabora con distintos medios y actualmente es editor de policiales en el dominical Miradas al Sur. En presentará su libro “Los varones de la efedrina”

¿Qué pensás de este crimen?
Para mí es un misterio perpetuo. Un caso que no creo que se resuelva y que tiene algunas particularidades, es por eso que estuvo en las tapas de los diarios durante tantos meses.
Es un hecho inédito que desaparezcan tres personas, al menos en esta época. Cuando esto sucede y días después se encuentran sus cadáveres, significa el final del caso, el final de la historia. Acá, en cambio, la desaparición de esta gente prácticamente no había trascendido hasta horas antes de que aparezcan los cuerpos; y esa aparición, lejos de significar el final de la historia, fue el comienzo de la misma. A resumidas cuentas fue por esa razón que mucho tiempo formó parte de la agenda periodística y se renovaba todo el tiempo con personajes, circunstancias, cosas que parecían espectaculares, un desfile de personajes, etc.
De algún modo, tanto los investigadores como los jueces que intervinieron, los abogados y los periodistas cifran toda la expectativa que explica esta profusión mediática en el esclarecimiento de la causa. Cada vez que se encuentra o se pierde algún testimonio o algún sospechoso, se avanza o se retrocede en un camino hacia la verdad.
Lejos del esclarecimiento, lo que perdura es, en realidad, una historia de la Argentina, más allá de que encuentre, o no, al culpable.

¿Cómo te parece que cubrieron los medios todo el caso?
Como podían y cada uno de acuerdo a sus características. Si agarrás un archivo y leés las primeras notas sobre el tema te vas a encontrar con cada disparate o inexactitud. Fueron escritas sin que al que la escribió se le moviera un músculo del rostro. El negocio de las notas periodísticas tiene dos contextos: por un lado hay determinados temas que un medio descubre e instala en la opinión pública, por ejemplo, las coimas en el senado, una primicia y una investigación de una periodista de TXT. Contrariamente, cuando aparecen tres cadáveres así, cuyo hallazgo se transmite en vivo y en directo, todos los medios comienzan a disputarse primicias sobre un tablero que está socializado.
A partir de eso, cada medio, para diferenciarse del otro, entra en una desaforada y loca carrera para superar al de al lado. Entonces, mientras en un mismo día, Crítica anuncia que Forza estaba en la DEA, La Nación dice que se comprobó que era ateo.

¿De qué manera creés que impactó en la opinión pública?
El hecho en sí ya es impactante. Más allá de impactar a la sociedad, impactó a la clase media. Los tres muchachos pertenecían a un estereotipo de esa clase, que está muy difundido. Si vos le decís a cualquier tipo de 32 años, que no puede darse todos los lujos: “escucháme si conseguimos efedrina y…”. ¡Se prenden!
Es significativo que para tener una 4x4 y determinadas facilidades de consumo, este tipo de jóvenes se involucren en una historia que termina con 16 tiros.
Eso es lo que más impactó porque mal que bien no es que le hubiera pasado a cualquiera, como ser atropellado por un auto. Sino que le hubiera podido pasar a cualquiera al emberretinarse con esa ambición.

¿Qué fue lo más ridículo que escuchaste respecto al caso?
Muchas cosas. Todo ese apuro fue bastante gracioso. Por ejemplo, el episodio perpetrado por el comisario “El Patón” Medina, que se metió presumiblemente a allanar un lugar donde habían 700 kilos de cocaína vigilado por la Federal, y que al final consiguió laburo como investigador privado de la mujer de Forza. Lo que no dejó de ser cómico eran las especulaciones que se hacían por televisión sobre la “cartelización” del país. No es tan así, pero todo ese alarmismo fue bastante significativo.

En un momento hasta se habló de la mutilación de una oreja…
En realidad se la comieron los bichitos. Eso forma parte de todas las estupideces que se hablaron. Como cuando realizaron el allanamiento en Maschwitz. Los medios hablaron del cartel de Leona. Los tipos eran de ahí, pero ese cartel no existe. Hay siete carteles y entre ellos no está Leona.
Otro papelón es que los tipos no se avivaron que no los habían matado en el descampado a los empresarios. El jefe de la Bonaerense, quien viene de la policía científica lo había asegurado. El periodismo y su presumido conocimiento dice cosas como que si le sacan una oreja es porque escuchó algo que no debía; y que si aparece con la mano en el bolsillo, quiere decir que se quedó con un vuelto, como si el asesino hubiera sido el mismo Ingmar Bergman.

¿Cuál es el límite?
Está bueno que no haya límites. El único límite es la estupidez. Se habla, por ejemplo, del “Malevo” Ferreira (ex represor que se suicidó de un tiro en la cabeza en medio de una nota con Crónica TV). Yo también lo hubiese filmado, tal vez hubiera hecho preguntas más inteligentes. Pero, cómo no vas a filmar eso. Porqué no. Es un documento.

En un programa de televisión hablaste de “cierta violencia social”. ¿Este tipo de situaciones pueden llegar a alimentarla?
No sé. Debe tener algún tipo de influencia pero yo nunca sé si los medios alimentan la realidad o si es al revés. Si un pibe ve una película de Superman y después se tira por la ventana, creo que no es algo de la película.
Al respecto, hubo un diálogo en un programa de televisión hace un tiempo, en el cual el invitado era un General del Ejército de Estados Unidos, debido a que una unidad militar había invitado a un grupo de chicos de una escuela. La periodista, feminista y políticamente correcta, le preguntó qué cosas les enseñaron a los niños, a lo que el General respondió: “canotaje, esto lo otro, y practicar un poco de tiro”. “¿Cómo tiro? ¿No es peligroso?”, preguntó la mujer. El hombre contestó: “si les enseñan a respetar determinadas normas de seguridad, desde luego que no”. Entonces la conductora enojada arremete: “¡Pero los están equipando para ser asesinos!”. Con lo cual el tipo la mira y le contesta: “y usted está equipada para ser prostituta, pero no lo es, ¿verdad?”.

Lejos de la verdad

Misterio. El triple crimen de General Rodríguez todavía es un misterio. Lo es porque lamentablemente, Sherlock Holmes forma parte de la ficción. No existe personaje parecido que resuelva un caso en pocas horas o en pocos días. Sí existe una institución policial tan torpe y tan incapacitada, que no puede llevar a cabo una investigación seria, que por lo menos logre dilucidar si los 16 tiros se dispararon en el zanjón de esa localidad del lejano y liberado Oeste. A la vera de la Ruta 6, donde se encontraron los cuerpos de Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina, el miércoles 13 de agosto de 2008.
De manera repentina, la sociedad argentina conoció el gran negocio de la efedrina. Qué es, para qué sirve, cuánto se paga. Todo lo que los medios pudieron y quisieron informar. Pero antes de eso, se supo de una mafia que hace millones a través de recetas y medicamentos apócrifos, entre otras cosas. Importantes empresas que tienen graves denuncias. Una de ellas, la de Forza, con 13 causas judiciales y un aporte de 200 mil pesos a la campaña presidencial de Cristina Fernández de Kirchner.
También se relacionaron a las víctimas con un cartel mexicano y el asesinato de dos narcos colombianos en el Unicenter Shopping de Martínez. Conjeturas, sospechas, hipótesis, opiniones. Estos homicidios dieron mucho de que hablar. Deducciones del juez, de los abogados, los fiscales, la policía, y por supuesto también de los periodistas. El periodismo suele escribir novelas negras y relatar historias de horror y locura, cuando se cometen homicidios de esta magnitud.
En un mes se va a cumplir un año del hallazgo de los cadáveres de los empresarios. Doce meses en los que se conocieron detalles de sus vidas. Quisieron formar parte de cierto status social y para conseguirlo optaron por subir la escalera de a dos escalones. Se tropezaron con la fatalidad. No llegaron al final de la escalera, fueron víctimas de un negocio sucio. Inmediatamente después pasaron a ser víctimas de la opinión pública.
¿Cómo terminaron así?
Difícil saberlo.

El impacto

Ver que un helicóptero sobrevuela un descampado tratando de captar imágenes de tres cadáveres, intentando obtener los mejores planos de esos hombres asesinados, atados de pies y manos, es impactante.
La opinión pública se sumó al análisis de una cara oculta del país. Sin embargo, está más preocupada por alguien muerto bajo las manos de un delincuente común, que por otro bajo las manos de un narco. Algo así le sucede sólo a quien se involucra con el crimen organizado. Lo que si le puede pasar a cualquiera es ser engañado con medicamentos falsos. Hasta ahí llegó el gran interés.
Llamó la atención la utilización de “cartelización del país”. Narcotráfico es una palabra fuerte. Y a pesar de que sea la causa de que muchos argentinos caigan en la delincuencia, ya sea como víctimas o victimarios, las personas se sienten exentas de ese delito. Sin embargo, da miedo formar parte de un sistema en que nunca se resuelve un caso.
La gente se cansó de eso y está tratando de luchar contra la violencia desde su rutina diaria. Como los vecinos de Balvanera, que se defienden soplando un silbato cuando ven que está ocurriendo un hecho delictivo. O como los de Recoleta que el año pasado pegaron el identikit de un violador que atacó a casi una decena de chicas en dos semanas, en las puertas de edificios y comercios del barrio.
Estas demostraciones son la prueba de que el triple crimen y la “ruta de la efedrina”, fueron simplemente más temas para la agenda periodística.
Rodolfo Walsh dijo en su libro ¿Quién mató a Rosendo?: “El sistema no castiga a sus hombres: los premia. No encarcela a sus verdugos: los mantiene”. Eso asusta.